La identidad caracteriza a una persona. En el universo de
carne y hueso nos definimos en base a hechos, a nuestros atributos personales,
nuestro carácter, nuestra forma de ser, lo que los demás perciben de nosotros,
lo que damos a entender, lo que fluye.
Pero la tecnología ha generado un nuevo
concepto de identidad: la digital. El perfil de la "persona virtual"
se define en la red y se nutre de los contenidos que la misma proporciona.
Hoy en día nosotros elegimos quienes queremos ser online. La
identidad digital es lo que somos para otros en la Red o, mejor dicho, lo que
la Red dice que somos a los demás. Se va conformando con nuestra participación,
directa o indirecta, en las diferentes comunidades y servicios de Internet. Los
datos que publicamos nos identifican. También las imágenes, su contexto y el
lugar donde estén sacadas proporcionan aun más información de nuestro perfil
online.
Esos contenidos que definen nuestra identidad digital están
dados por nuestras propias acciones como también pueden tener causa en el
accionar intencionado de otros. Aparece un inconveniente; si se quiere afectar
la reputación de alguien alcanza con crear medios digitales con contenido que
lo desacrediten, palabras que se esparcen en cuestión de segundos vía diferentes
redes sociales que ilustran supuestos contenidos difamatorios. El anonimato de
Internet favorece estas acciones.